¿A quién no le encanta que le hagan un masaje (de los que no duelen, ¡claro!)? Los bebés no son la excepción.
El primer sentido que desarrolla el feto es el tacto. La naturaleza inicia el masaje ya antes del nacimiento, a través del líquido amniótico y de las paredes del útero materno. La piel es el órgano más grande que tenemos y la primera y más importante conexión del ser humano con el mundo.
Desde el punto de vista de la biología, los mamíferos se dividen en dos clases: los de madriguera y los de transporte o acarreo. Los de madriguera dejan a sus crías durante largo tiempo en un escondrijo mientras la madre va a por comida; las crías deben permanecer en silencio para evitar llamar la atención del depredador. Por el contrario, las especies de acarreo mantienen un contacto continuado con sus crías, maman despacio y con frecuencia, lloran cuando son molestadas o están lejos de la madre y precisan su presencia para estar abrigados. Os imagináis a cuál pertenecemos los humanos, ¿no?
Desde un punto de vista físico, el masaje actúa en los seres humanos como lo hace el lamer en los animales. Las gatas madres, por ejemplo, dedican más del 50% del tiempo a lamer a sus cachorros. En los seres humanos, los beneficios del tacto y el contacto han sido demostrados científicamente: el ejemplo más cercano está en los bebés prematuros; aquellos que realizan el método canguro tienen una mayor ganancia de peso y un mejor desarrollo en general.
El masaje infantil es una antigua tradición que se transmite, en muchas culturas, de madres a hijas. Los bebés nacidos hace siglos en las civilizaciones más primitivas contaron con la ventaja de tener familias extensas, un ambiente natural y pocos cambios. Nuestros hijos han nacido en un mundo tecnológico en rápido avance y tienen que aprender a manejar el estrés de forma constructiva. El masaje es una de las experiencias de mayor distensión que un bebé puede disfrutar y le permite aprender a relajar su cuerpo ante las diferentes situaciones que pueda encontrarse.
Actualmente, con el ritmo de vida que llevamos, es difícil encontrar el momento de parar, de encontrar un espacio de tranquilidad para poder disfrutar y conectar con el bebé. El masaje infantil ofrece este momento, es la excusa perfecta para su momento de dedicación exclusiva. Además, posee múltiples beneficios:
- Ayuda a crear y fortalecer los vínculos afectivos.
- Alivia el malestar producido por cólicos y gases.
- Facilita el sueño.
- Ayuda a comprender el llanto del bebé.
- Favorece la comunicación entre los padres y el bebé.
- Refuerza el sistema inmunológico.
- Ayuda a madurar el sistema nervioso.
- Equilibra los períodos de estimulación y relajación.
- Proporciona confianza y seguridad a madres y padres.
El programa de Masaje Infantil fue elaborado por Vimala McClure, que integró movimientos suecos, hindúes y principios del yoga y de la reflexología podal. Más tarde, nació la Asociación Internacional de Educadores de Masaje Infantil, y en España, la Asociación Española de Masaje Infantil (AEMI).
Los cursos de masaje infantil suelen ir dirigidos a bebés de hasta 12 meses, aunque el masaje puede continuar durante toda la vida. Dividimos a los bebés, de manera práctica, en dos grupos: gateadores y no gateadores. Los gateadores reciben el masaje con modificaciones, puesto que no permanecen tan quietos como los bebés que aún no gatean. En cada sesión, trabajamos una parte del cuerpo y también, de la mente, porque desarrollamos temas de interés para la crianza y el apego. Se crea un espacio íntimo para que los padres puedan compartir sus experiencias e ilusiones, a la vez que aprenden la magia del tacto nutritivo.
Ya te va picando el gusanillo, ¿eh? Si estás en Madrid, tienes un bebé de hasta 8 meses o quieres quedar de lujo y regalar a esa familia tan especial para ti una experiencia de las de no olvidar, ¡estás de suerte! Solicítanos información y reserva ya tu plaza en nuestro curso gratuito.
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